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Confianza mutua, un viaje en moto por un rincón de México

El espíritu de un motociclista es algo complicado de describir pero es libertad al recorrer las carreteras.

Confianza mutua, un viaje en moto por un rincón de México

Para los que gustamos de los viajes en moto sabemos que existen dos cosas que no fallan, la cosquillita que se tiene por iniciar el viaje y el tiempo previo dedicado a la planeación, la cual al final no sirve de mucho.

Era miércoles muy temprano y decidimos que era el día indicado para iniciar el viaje, por supuesto al tener varios pendientes de trabajo todavía por concluir decidimos tomarlo con calma y salir por la tarde de Cuernavaca rumbo a Puebla, donde en la tranquilidad del hotel, podríamos tomar la decisión de hacía donde dirigirnos (¿recuerdan eso de la planeación?).

Con  mucha emoción comenzamos preparando las pocas cosas que decidimos llevar, apenas dos mudas de ropa para cada uno, traje de baño, artículos de aseo personal, spray antiponchaduras, herramienta básica, teléfonos, cámara y por supuesto  la ilusión del camino por recorrer.

Ya listo y con la mujer amada a la espalda abrazándome sólo faltaba la pequeña charla acostumbrada con la "Morena", una espectacular BMW 1200 Adventure, ese es un momento que sólo los moteros experimentamos, en los que le pides a tu moto que te lleve con seguridad a cambio de cuidarla, amarla y respetarla. simplemente confianza mutua.

El Camino a Puebla resultó emocionante desde el principio, ya que apenas unos cuantos kilómetros de salir de casa, camino a Tepoztlán en una curva ciega apareció un trailer rebasando en línea continua, canijo miedo se siente al tener un monstruo como ese apenas a unos metros delante de uno, con el tiempo y espacio detenidos como en cámara lenta, -Einstein tenía razón- maniobré la moto (aún no sé sin con habilidad, instinto, suerte, ayuda divina o que) para salir al acotamiento con los frenos casi bloqueados a fondo, a centímetros a la izquierda del trailer y por el otro lado rozando la valla de contención. 1,2,3,4,5  segundos más tarde,  todo había pasado y sin palabras observe por el espejo el camión retirarse sin apenas inmutarse, por supuesto Mónica se encontraba en un pequeño shock del que juntos salimos de la única manera posible: rodando, olvidando el incidente y con el rico aire frío de Tepoztlán que increíblemente era más profundo en color y sabor.

Al llegar al hotel en Cholula nos dio un ataque de simpleza en lo que todo nos daba risa yo creo aquí entre nos, que se trataba de un lapsus consecuencia del incidente y como era muy divertido pues decidí ya no ahondar en el asunto dejando el asunto por la paz y  seguirle la corriente a la pobre Móni.

Ya con más calma decidimos hacerle caso al buen amigo Raúl de  la agencia BMW de Puebla e irnos de aventura a la hermosa Ciudad de Oaxaca obviamente por la libre, rodando por cientos de  curvas de distintas formas y colores pasamos por pequeños y bonitos poblados como Acatlán,  Huejapan  de León, Tamazulapan hasta llegar sin contratiempos a la desviación del tramo previsto para subirnos a la autopista, lugar donde encontramos el ex convento de Santo Domingo, espectacular edificio  que se encuentra  entre los poblados de Yanhuitlán y Nochixtlán,  afortunadamente en remodelación después de muchos años en el abandono y que próximamente funcionará como museo.

Con más de 7 horas de viaje por fin llegamos a la Ciudad de Oaxaca, entrando creo yo por lugar equivocado ya que cruzamos el centro, la central de abasto y no se que más lugares con un tráfico espantoso digno de la Ciudad de México y como supondrán ni a la Adventure ni a mi nos gustaba eso de estar detrás de un camión chimeco con tres rutas presionándote por todos lados, por fin, después de media hora llegamos al ansiado hotel en lo que después de un rico bañito salimos a cenar al centro de Oaxaca, donde el previo a la fiesta de día de muertos le daba un toque muy místico y especial.

Cabe mencionar que en Oaxaca permanecimos por dos días disfrutando de todo a más no poder, desde la comida con chapulines al queso, enchiladas con mole coloradito, mancha mantel con bolitas  de plátano empanizado rellenas de queso crema, hasta una cerveza compartida con los viejos pilotos gringos de la Carrrera Panamericana que en Oaxaca cumplía una de sus tantas etapas. 

Después de dos días y con ganas de seguir en ruta una vez más olvidamos  eso que se llama planeación,  decidimos tomar rumbo a Catemaco Veracruz vía Guelatao de Juárez, al principio lo que había sido una elección  al azar se convirtió en una ruta excepcional ya que al inicio recorrimos, siempre en subida por cierto, una zona boscosa con increíbles vistas de la ciudad de Oaxaca como de la hermosa Sierra Madre.

Poco a poco al ir subiendo pasamos del bosque a la selva húmeda de montaña, sin exagerar, de los paisajes más hermosos que hayamos visto en todos nuestros viajes, por supuesto que proporcional a la belleza del lugar la carretera se tornaba cada vez más peligrosa, ya que si no era un corte al vacío, los derrumbes aparecían cada veinte metros, de hecho en alrededor de  50 kilómetros solo éramos nosotros y dos vehículos  más, que sin acuerdo previo nos veníamos cuidando y avisando de cualquier peligro  sobre la carretera.

Durante el largo y difícil camino de cruzar la Sierra observamos venados a pie de carretera, vegetación digna de Jurassic Park , espesa neblina, voladeros, derrumbes, lluvia torrencial, pero sobre todo, recalco, calidez de las personas que viven o trabajan en la montaña como de las que circulan en sus pequeños y viejitos automóviles, que  siempre se nos acercaron con una recomendación de cuidado y hasta de  bendiciones.

Por fin y con los brazos totalmente acalambrados salimos de la Sierra para continuar por una hermosa carretera que serpenteaba a la par de un inmenso río color azul turquesa, nuestra siguiente parada fue en Valle Nacional pueblito ubicado justo en la frontera de Oaxaca con el Estado de Veracruz. Ya con hambre decidimos parar en este bonito pueblo para comer un rico pescado empanizado con muchos litros de jugo de naranja, ya tarde y con la duda de continuar el camino, decidimos tratar de llegar hasta Santiago Tuxtla a pesar de que el atardecer ya pintaba el horizonte, por supuesto que lo que era sol y calor en solo dos horas se convirtió en frío y lluvia tratando de encontrar la desviación hacia los Tuxtlas.

Cerca de una hora más y casi 700 kilómetros recorridos ese mismo día la noche se nos vino encima con una equivocación en el camino que  nos llevo a solo 20 minutos de Coatzacoalcos y Minatitlán,  por lo menos 40 kilómetros más al sur de donde queríamos ir. Por fin retomando el camino y muy cerca de Santiago el cansancio era extremo y por supuesto el mal humor y las discusiones sobre la desviación empezaron a surgir entre Mónica y yo, con los ánimos en la reserva llegamos a Santiago Tuxtla para hospedarnos en uno de los dos hoteles de la zona, buena elección ya que el lugar era muy agradable y de buen precio y por los comentarios del encargado frecuentemente visitado por colegas motociclistas.

Al día siguiente y solo veinte minutos después llegamos a Catemaco Veracruz, para disfrutar de un rico desayuno de pescado a la Veracruzana con chilpachole de camarón, ya repuestos y con el estómago lleno decidimos ir rumbo a Nanciyaga, reserva ecológica   en la que por una módica cuota, un grupo de estudiantes te muestra la flora y fauna del lugar, lugar hermoso pero caro para lo que se muestra, aprovechando el lugar y un rico panque de manzana  decidimos descansar un poco del recorrido a pie con la vista perdida al verde profundo de los montes cercanos y envidiando a los monos que descansan un pequeño islote viendo el tiempo pasar.

Sin noción del tiempo y con ganas de más, decidimos emprender el  regreso, ya que era preciso cumplir en los próximos días con los compromisos adquiridos en nuestro trabajo, el regreso, siempre triste por la sensación de vació que te deja la culminación de la aventura cumplida.

Con el tardecer  inminente decidimos que el regreso no tenia que ser por el camino ya recorrido así que con dos o tres referencias decidimos hacerlo vía Volcán de San Martín, Monte Pío, Alvarado  y   finalmente Veracruz, por lo menos para lo que quedaba del día. El camino se nos presentó ni pintado, un clima excepcional la carretera recién asfaltada, mar tranquilo y azul, después de poco  más de 100 kilómetros  llegamos a  la caseta de Alvarado, ya de noche decidimos parar por un café con el pretexto de entrar al   centro que solo conocíamos por fotografías , muy agradable fue encontrar un pueblo muy lindo, limpio con gente muy amable y platicadora muy al estilo de los Jarochos.

Sin presiones de horarios decidimos tomar el café con toda la calma del mundo y disfrutar de la plática de los viejitos que a esa hora se juntan a discutir temas de política o a jugar ajedrez. Ya repuestos,  continuamos el camino ya de noche hacía el Puerto de Veracruz donde permanecimos todo un día disfrutando de los ricos desayunos de la Parroquia, la comida del Villa Rica y por supuesto de un merecido descanso en la alberca del hotel.

Al día siguiente y aprovechando al máximo nuestro paso por el Puerto decidimos alrededor de las cinco de la tarde iniciar el regreso a casa,  aprovechando que para esa hora el calor ya había bajado y que  pasaríamos la noche nuevamente en el conocido hotel del centro de Cholula en Puebla,  excelente decisión para la aventura pero incierta para la seguridad ya que al acercarnos a la zona de montaña de Orizaba comenzó a llover intensamente y por lo tanto disminución de temperatura cercana a los 0 grados de acuerdo al termómetro de la Morena y por si fuera poco la clásica neblina de la zona, conforme ascendimos la tensión fue total, neblina a tope, camiones sin luces circulando a velocidades mínimas, lluvia y frío calando los huesos pero esa rara sensación de sentirte más vivo que nunca o adrenalina dirían algunos nos daba a piloto y copiloto un calor muy especial, finalmente al salir de la zona y cargar combustible en la primera gasolinera ya en zona plana, los saludos solidarios de camioneros y automovilistas no se hicieron esperar, haciendo sinceramente sentir a uno como si fuera un héroe de películas de expediciones y aventuras.

Muy de noche arribamos al hotel sin contratiempos más que luchar con el intenso y eterno tráfico de las inmediaciones de la ciudad de Puebla. Al día siguiente y muy descansados emprendimos el regreso a casa siempre buscando los caminos más largos disfrutando como nunca de todas las imágenes que nos ofrecen los hermosos estados de Puebla y Morelos, llegando a casa insatisfechos y con ganas de más, soñamos con cumplir con los compromisos adquiridos y salir nuevamente, como dijo el gran Che a conocer nuevas tierras y vivir nuevas aventuras.